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Así es la crisis de los refugiados en Mozambique

El pasado 13 de agosto viajábamos de Nampula a Pemba y al pasar por el distrito de Macomia, tuvimos que apartarnos del camino para dejar pasar un convoy militar. En primera línea un blanco, vestido de camuflaje sobre un vehículo blindado Marauder, con ametralladora de grueso calibre y con el rostro parcialmente cubierto, lideraba la caravana. Casi con toda seguridad uno de los mercenarios pagados por el gobierno de Mozambique para enfrentarse a los grupos terroristas del Estado Islámico en Mozambique (IS-MOZ), identificados por otros como “alShabab”.

Unos días antes este contingente había atacado, junto con fuerzas ruandesas, varias bases en el norte del distrito, obligando a huir a los terroristas hacia las localidades de Nkoe y Nguida, al noroeste de Macomia. La visión del contingente militar te deja una fuerte impresión de la dimensión del conflicto, con todas las características de una auténtica guerra: armamento pesado, desplazamientos de numerosos contingentes militares y lo más dramático: el enorme sufrimiento de la población civil.

Han pasado 5 años desde el 1º ataque por los terroristas al puesto policial de Moçimboa da Praia. Desde entonces, poblaciones enteras han sido arrasadas, obligando a huir alrededor de 1,3 millones de personas de sus lugares de origen. Las poblaciones locales viven momentos de horror, de pánico, con asesinatos indiscriminados. Una mujer, entre muchos otros casos macabros, fue obligada a cargar la cabeza decapitada del marido para mostrar la barbarie y crear terror y provocar la fuga masiva.

El 6 de septiembre la Misión Comboniana en la comunidad de Chipene (Nacala) sufrió un ataque; las religiosas huyeron al bosque junto con un grupo de niñas a las que intentaban proteger. Los terroristas asesinaron a María Coppi, una religiosa italiana de 83 años, de un tiro en la cabeza, cuando intentaba llegar al dormitorio donde estaban las pocas estudiantes que quedaban.

La UE aprobó en julio de este año diversas partidas económicas destinadas a ayuda militar a Mozambique, especialmente dirigida al entrenamiento del ejército mozambiqueño en aras de proteger efectivamente la población civil, pero la realidad es que, hasta el momento, pocos han podido volver a sus hogares. En agosto pasado un equipo de Dignidad vivimos de primera mano la situación de los refugiados, en nuestras visitas a varios de los campos, donde se hacinan los refugiados en condiciones totalmente insalubres.

Entrevistamos a decenas de ellos y las historias eran semejantes: horror, tortura y muertes. Una de las cosas que más nos llamó la atención fue el estado emocional de desesperanza. Era como si se hubieran vaciado emocionalmente. La falta de expectativas, el no saber si algún día podrán recuperar sus vidas, sumía a estas gentes en un estado de apatía y resignación que te partía el corazón.

En el distrito de Metuge visitamos el centro de refugiados de Nicavaco, con más de 20.000 refugiados. Con recursos de Dignidad pudimos reparar uno de los sistemas fotovoltaicos de captación de agua y, por segundo año hemos provisto alimentos y productos básicos para unas 300 personas en situación de vulnerabilidad extrema: ancianos, huérfanos, etc. Poca cosa, apenas una gota en un océano de necesidad.

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