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ABRIL: MES DE LA MUJER EN MOZAMBIQUE

Este mes de abril hemos celebrado como cada año, el Día de la Mujer Mozambiqueña. Una jornada, el pasado día 7 que nos sirve para alabar la decisión de las mujeres de este país africano que han sido capaces de tomar las riendas de su vida en pro de convertirse en piezas clave de la transformación personal y social de la comunidad.

Conoce las historias de tres mujeres en Mozambique

Lidia Raimundo

Lidia era una joven makua de la comunidad de Mihecane, una aldea de la provincia de Nampula, en Mozambique. Siendo muy jovencita, apenas adolescente, fue entregada en matrimonio a un hombre mucho mayor que ella. Quedó embarazada y tuvo muchas dificultades con la gestación y con el parto. Su cuerpo de niña, un canal de parto excesivamente estrecho y la falta de ayuda obstétrica, impidieron el nacimiento. Se produjo lo que en los países del norte es totalmente desconocido: una fístula obstétrica. Tras un par de varios días, el bebé muere y la mujer sufre todo tipo de desgarros y daños, de tal manera que, si la madre sobrevive, pierde el control de los esfínteres.

Pese a tener una higiene extrema, la acompaña siempre un fuerte hedor por lo que es rechazada y considerada como una apestada, no solo por su esposo, que la abandona, sino también por la comunidad (mujeres en la misma situación que Lidia han terminado suicidándose). Después de una fístula obstétrica, la mujer normalmente queda imposibilitada para tener hijos, pero en su caso tuvo dos hijas más como consecuencia de algunos intercambios furtivos de sexo por migajas de aceptación, en un contexto de profundo rechazo comunitario.

En 2007 conseguimos trasladar a Lidia a Maputo, donde fue intervenida por uno de los cirujanos más importantes del mundo en fístula obstétrica: Igor Ivaz. La intervención fue un éxito y volvió a Mihecane curada, en medio del alborozo de toda la comunidad.

Tres años después, Lidia repitió la historia con su hija Cecilia. La sacó de la escuela Dignidade y la entregó en matrimonio a un hombre mucho mayor que ella, que ya tenía otra esposa, a cambio de una dote miserable. Las últimas noticias fueron que Cecilia tuvo dos hijos con un segundo compañero (el primero la abandonó). Después le perdimos la pista. Su madre falleció en el año 2011 seguramente de SIDA.

Está claro que no hicimos lo suficiente. La expresión de Paulo Freire de que el oprimido aloja en su interior al opresor, se muestra aquí en toda su crudeza. Y es que la opresión llega a afectar los aspectos más profundos de la persona: la cultura, la educación no formal (y en muchos casos el currículo oculto de la educación formal) la incorpora a su bagaje más íntimo. La creencia internalizada de Lidia en su inferioridad y dependencia de los hombres es una expresión brutal de la incorporación de creencias ajenas y opresoras, que son asumidas como propias y perpetúan la situación de opresión.

Adelia Inácio

Era una mujer viuda con 5 hijos, de la aldea de Marcação. En abril de 2008 el curso bajo del río Zambeze se desbordó inundando enormes extensiones en sus márgenes. Muchas aldeas fueron anegadas por las aguas, entre ellas Marcação que quedó aislado en una dramática situación. Desde Dignidade llevamos a cabo un proyecto de emergencia para atender a unas 400 familias (unas 2.000 personas).

La coordinación del proyecto corrió a cargo de Delis Pernett, misionera colaboradora de Dignidade en aquel tiempo.

Los hombres quisieron asumir rápidamente el liderazgo, pero enseguida se puso de manifiesto su incapacidad. Las mujeres sabían mucho mejor qué alimentos eran más necesarios, quienes eran los sujetos más vulnerables y necesitados de la comunidad, trabajaban mejor en equipo y organizaban mejor la distribución. Así que Delis colocó en posición de responsabilidad a muchas mujeres como Adélia. Así es como las mujeres participaron activamente en las reuniones, expresando por primera vez su opinión y tomando decisiones ejecutivas. Era un proceso de empoderamiento de las mujeres.

Pronto, algo muy importante sucedió: Adélia y muchas otras mujeres descubrieron que tenían habilidades, capacidades y una dignidad desconocida hasta entonces y comenzó un profundo proceso de cambio que todavía perdura en la actualidad. Terminado el proyecto, muchas se incluyeron en el Consejo Escolar, en los programas de formación profesional, en el curso de parteras, crearon una cooperativa, etc.

¿Qué sucedió? Un primer paso en el proceso liberador, ya que el oprimido no es por lo general consciente de su opresión, es la concientización: la víctima empieza a ser capaz de tomar las riendas de la realidad. Hay un descubrimiento, por un lado, de su condición y por el otro de sus potencialidades.

Zita Remigio

Es una mujer joven, del poblado de Mangombo, que aprendió a escribir su nombre en el año 2014.

De manera sorprendente Zita experimentó una especie de revolución interior. Terminó sus estudios en el programa de alfabetización, se implicó activamente en las reuniones comunitarias y las condiciones de su familia mejoraron ostensiblemente. Se descubrió a sí misma como alguien con valores y dignidad, capaz de gestionar su propia vida.

Algo tan sencillo como aprender a leer y escribir tiene un profundo impacto en la persona y en los que la rodean. No sólo es un mejoramiento cognitivo, sino el nacimiento de una nueva conciencia, en la que la persona empieza a convertirse en agente de transformación personal y comunitaria.

Sirva como ejemplo que una educación básica de las madres explica la reducción de las tasas de mortalidad de menores de 5 años en un increíble 50%. Así mismo, la educación de las madres tiene un impacto directo en la educación de sus hijos e hijas1

1 Emmanuela Gakidou y otros. Increased educational attainment and its effect on child mortality in 175 countries between 1970 and 2009: a sistematic analysis. The Lancet, volume 376, Issue 9745, p. 959-974

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