Visitando Mozambique
El día 23 de julio iniciamos como un verano más el viaje a nuestro querido Mozambique, cargados de emociones por los reencuentros que tendríamos en las diferentes etapas del trabajo de audiencias con las estructuras gubernamentales como también la visita a los programas de alfabetización de adultos.
Tanto las autoridades del gobierno como del sector de educación recibieron con agradecimiento nuestra labor cooperando junto a iglesias locales y el programa PUEBLOS QUE LEEN, contra el elevado índice de analfabetismo en la provincia de Cabo Delgado.
Centros de desplazados
Desde la capital Maputo, gestionamos las autorizaciones necesarias para desenvolver en el norte este programa que está trayendo esperanza en medio de la tragedia de una guerra sin sentido. Las organizaciones que están trabajando en la zona emplean recursos para aminorar en las áreas de educación primaria, saneamiento, salud, cursos de formación en agricultura, carpintería, artes culinarias en colaboración con el Instituto de Formación Profesional del Ministerio de Trabajo y formando a casi 700 personas en los distritos de Balama, Montepuez, Namuno, dentro de los centros de desplazados. Las personas también reciben kits de creación de empleo por cuenta propia para facilitar el establecimiento de sus propios negocios, lo que contribuye a la mejora de sus oportunidades de subsistencia.
Alfabetización
Lo más gratificante en los días de supervisión de los centros de alfabetización ha sido ver y escuchar a hombres y mujeres afectados por la gran alegría de aprender a leer y escribir.
Mujeres por primera vez en la escuela. Aissa Mario con más de 45 años nunca había ido a la escuela de niña por dedicarse a cuidar de la familia y la huerta de sus padres. Ahora compartimos su inmensa ilusión por aprender algo que cambiará su futuro y les traerá esperanza para seguir adelante.
Alfabetizadoras solidarias. Gracinda es una alfabetizadora que ha cedido el quintal de su casa para tener la clase con sus vecinas. Una estera grande de paja para sentarse en el suelo, una pizarra, tiza, borrador y manuales en lengua materna (a veces debajo de un árbol) es todo lo que necesitan para aprender algo nuevo. Otra alfabetizadora camina bastante para llegar a su centro y, aunque está embarazada, con una sonrisa nos contaba lo bien que le hace ayudar a otras mujeres en alfabetización.
Los hombres se integran a aprender. Otra buena noticia que hemos observado es la presencia de hombres y jóvenes en las clases, que el año anterior no había muchos ya que predominaban las mujeres.
Tras un mes en África, regresamos. Valió la pena el esfuerzo de cada socio, cada voluntario y cada supervisor para transformar vidas a través de la educación. “Me quedo con sus sonrisas, su emoción al conseguir escribir en la pizarra sus nombres, pues con tan poco se puede ayudar a que recuperen su dignidad. ¡Gracias por ser parte!”, recuerda emocionada Mary Acebal.