
Algún brote verde en medio de la desolación
Cada vez me siento más frustrado al sentarme delante del ordenador para escribir la carta mensual de noticias de Mozambique. Quisiera hablar de paz, de prosperidad, de justicia y de reconciliación, pero la realidad cotidiana se empeña en ahogar mis deseos.
Me veo obligado de nuevo a contaros sobre el drama del sufrimiento de la población más vulnerable. Primero fue el ciclón Chido que azotó el norte del país. Arribó a Pemba, en la provincia de Cabo Delgado, con vientos que superaron los 230 km/h. Atravesó Mozambique entrando en Malaui donde se transformó en tormenta tropical. Más de 100.000 personas fueron desplazadas por la destrucción de sus hogares y alrededor del 85% de las infraestructuras fueron dañadas o destruidas.
Paralelo a los desastres naturales asistimos al caos político. Tras las elecciones presidenciales de octubre de 2024, surgieron disturbios y protestas por las acusaciones de fraude electoral. El candidato oficialista, Daniel Chapo, fue declarado ganador con el 65% de los votos, pero su principal oponente, Venancio Mondlane, denunció irregularidades masivas.
Las cifras oficiales hablan de 252 muertes en los disturbios. Varios países y organizaciones internacionales expresaron su preocupación por la transparencia y la legitimidad del proceso electoral. Sin embargo, todo quedó resumido en gestos y declaraciones sin ninguna consecuencia política. Resulta llamativo que no se hayan tomado medidas drásticas que habrían obligado a una repetición de las elecciones. Un país cuyos presupuestos generales dependen en más de un 50% de la ayuda exterior, bastaría la amenaza de cerrar el grifo para obligar a celebrar nuevos comicios. Lo cierto es que hay demasiados intereses en la región, especialmente tras el descubrimiento de ingentes riquezas minerales en el norte del país. Tener un gobierno bajo control, por más que haya evidencias de prácticas corruptas, es la mejor alternativa para seguir lucrándose de sus recursos naturales.
En medio del caos político y humanitario, continúa la guerra en la provincia de Cabo Delgado. En repetidas ocasiones hemos informado en detalle sobre el asunto. Es una situación que vivimos muy de cerca por los diferentes proyectos educativos que llevamos a cabo en esta provincia, concretamente en Pemba y Montepuez. Son ya más de 1,5 millones las personas desplazadas por la guerra.
El caos y el dolor nos empujan a la desesperanza y la tentación es abandonar. ¿Qué podemos hacer frente a tanto sufrimiento? A nivel macro sabemos que la crisis climática tiene que ver con las catástrofes ambientales, que la rapacidad del hombre y la injusticia de aquellos que ostentan el poder es causa directa de la pobreza … Todo lejos de nuestra capacidad de acción.
Pero hay una realidad “micro” en la que sí podemos intervenir. Recibí hace unos días fotos del inicio de las clases en la escuela Dignidade de Marcação. Niños y niñas alineados en la ceremonia de apertura del curso, alrededor de 1000 se han matriculado este año. En Cabo Delgado más de 300 personas, la mayoría mujeres de los centros de desplazados, se apuntaron en los cursos de alfabetización que gestiona Dignidad. Unos cuantos brotes verdes en medio de la desolación. Quien sabe, un gran árbol es al inicio apenas un brote frágil, pero con el potencial de un vigor impensable.





